Fam Trip Ourense Julio 2024

Ourense, a Dos Horas de Madrid

Tierra de Vinos, de Exquisita Comida, de Bosques y de…Secretarias

El pasado viernes 5 de julio, un grupo de secretarias de la ASPM estaba en la estación de tren Madrid-Chamartín saludándose y, en apenas dos horas ya se encontraba en la estación de Ourense, gracias al AVE que ha convertido la ciudad en un destino de turismo de calidad y de múltiples espacios para realizar eventos. Incluso de poder ir, en un solo día, a disfrutar de mucho de lo que nos ofrece esta provincia gallega, llena de cultura, de ríos y de verdes vides.

Allí estaba la Asociación del Secretariado Profesional de Madrid, invitadas por el Instituto Ourensano de Desarrollo Económico (INORDE), cuya guía fue la maravillosa Ana Belén Fernández, que se convirtió en una auténtica amiga.

Dentro de la capital de Ourense, el primer espacio que visitamos fue la espectacular Fundación Expourense, con más de 14.000 metros cuadrados y que alberga, por su gran espacio, ferias de todo tipo, desde pequeñas hasta grandes, como la feria del Automóvil, eventos deportivos, ferias internacionales…etc. También visitamos el Auditorio, ideal para reuniones de empresa y presentaciones, pues tiene varias salas totalmente acondicionadas y con más de 900 butacas.

Y, a partir de ese momento, comienza la yincana, pues interesadas y entretenidas en esos dos lugares (y también por cierto retraso del tren) tuvimos que agilizar las piernas para llegar al encuentro con la Gerente del INORDE, Emma González Diéguez, articuladora de todo este viaje que nos explicó brevemente todas las actividades que se pueden realizar en Ourense.

Muertas de hambre y con las maletas cargadas, nos trasladaron a Pazo de Toubes, en el Consello de Cenlle, zona del Ribeiro, donde nos recibieron con una copa de un blanco espumoso: “Burbujas del Camino” (1); una explosión para todos nuestros sentidos, acompañado de un pequeño buñuelo de marisco (por llamarlo de alguna manera, pues era una exquisitez), ideal para el vino. Desde allí subimos al restaurante, donde comenzó nuestra cata de vinos (¡¡¡20 en dos días!!!) Sí, sí, eso fue lo que nos metimos por el gaznate y, como buenas esponjas “secretílicas”, superamos con gran dignidad.

El menú, que fue “muy breve” constaba de los siguientes platos: Ostra al toque de brasa e kimchi con gel de manzana verde y apio, acompañada con el ribeiro “Amadeus” (2); Berenjena asada con castaña y requesón, acompañada del ribeiro “Modus Vivandi (3)”; Pulpo de roca guisado con salsa de erizo y alga percebe, con el mejor Godello, el “Tamborá” (4); Bacalao al pilpil y almejas con un blanco de Toubes (5); Rabo de vaca al licor de café, brotes frescos y trufa de verano y, -en esta ocasión cambiamos al tinto- un Mencia de Codos de Lauroco (6). Finalmente, el postre: un riquísimo Cromatismo de Frutos Rojos, especial de la casa.

Con la tripita llena de comida y pidiendo a nuestro riñón que se portara bien, nos llevaron al Hotel Balneario Caldaria Arnoia, en Ribadavia, donde pudimos dejar nuestras maletas; eso sí, como si se fuera a acabar el mundo porque ya nos estaban esperando para llevarnos a: ¿Adivinar? al Museo del Vino donde, con gran cariño, nos mostraron el conjunto monumental que conforma el Museo, datado del siglo XVIII; al principio como casa de priorato para la explotación vitícola y, tras la desamortización de Mendizábal, como casa rectoral de Santo André de Camporredondo. En la cueva que albergaba la bodega, nos enseñaron el proceso del vino, a través de grandes lagares, finalizando en las grandes cubas, todo en un entorno único. Nos explicaron que de las cinco denominaciones de origen gallego, cuatro se encuentran en la provincia de Orense.

Desde allí, con “grandes” conocimientos sobre el vino, fuimos a cenar al restaurante Sábrego, en pleno corazón del Ribeiro, con vistas espectaculares. En esta ocasión un “breve” menú de degustación, que sólo constó de seis platos y tres postres. Como bien entenderéis, cada plato iba acompañado de un caldo, así que nueve vinos (más el cóctel de bienvenida, diez) paseando por nuestro paladar. Allí nos recibieron con un cóctel (7) en la terraza, y para no provocar al apetito sólo mencionaré algunos de los productos que componían nuestros platos:  caballa, salmonete, lubina, ravioles de centollo… etc. Los vinos sí los voy a citar, pues gracias a nuestra compañera Carmen, tenemos un práctico listado: Ribeiro Viña Costeira (8), Casal de Arman (9), Edición Especial Pepe Carrasca (10), Arman Edición Limitada Finca Misenhora (11), Finca Os Loureiros (12) y Finca Isabel Millan (13). Un tinto para la carne: Casa de Arman (14), y para los postres: Edición Limitada El Incomprendido (15) y un vino dulce, Arman Doce (16).

Al principio del párrafo dije que fue un menú breve, porque al final nos enteramos que había otros más extensos ¡¡¡ De verdad!!! Y me pregunto ¿quién tiene cuerpo para aguantar tal alegría de homenaje culinario con más de nueve caldos?

De vuelta a hotel, intentamos por primera vez subir a un mirador que había cerca (por eso de aligerar la cena), pues el hotel alberga numerosos espacios al aire libre, pero era muy tarde. Una pena, porque desde allí sí se veían estrellas, de las de verdad. La cama nos estaba esperando.

El sábado nos trasladaron a la maravillosa villa de Allariz para visitar el Hotel Oca, un gran establecimiento, próximo a convertirse en balneario, con salas para eventos de todo tipo. Después, tuvimos la enorme fortuna de contar con la concejala de Promoción Económica del ayuntamiento de esta población, María López Rodríguez, quien nos guio por el centro histórico y nos fue explicando toda la historia, la cultura, el urbanismo y todas las tiendas “interesantes” que podíamos visitar durante un breve descanso. Como “locas” nos encargamos de arrasar (o casi) Allariz, donde también disfrutamos de un mercadillo tradicional y probamos el pulpo, por supuesto acompañado de unas cañas.

Allariz es una joya medieval, situada en la ribera del río Arnoia. La villa se compone de un conjunto urbano que fue declarado en 1971 Histórico-Artístico. Una maravilla, un lugar donde las casas se mantienen a lo largo del tiempo, todo rodeado de jardines y del río, con sus cascadas. Un rumor que da música a la villa, vayas donde vayas.

Y, allí mismo, almorzamos en el restaurante Portovello, una construcción de piedra y madera, cuya terraza está sobre el río. El menú fue sencillo, pero abundante: un aperitivo formado por embutidos de la zona; dos primeros platos: uno de ensaladilla y el otro de setas. El plato principal, para unas fue de un entrecot y para otras de merluza con almejas. ¡A elegir! También hubo postre y café. Los caldos: un Ribeira Viña Costeira (17) y un Mencia (18): Gargalo de Roberto Verino.

Cargadas con nuestras bolsas de ropa, vino y comida, volvimos al hotel para darnos un baño relajante en el balneario. Chorros por todas partes, agua calentita, música ambiental…. En fin. No explico nada más. Se imagina ¿verdad? El único “problema” fue que no nos conocíamos entre nosotras, que siempre vamos arregladitas “como para ir de boda” como decía Serrat. Sin ropa, sin maquillaje, sin gafas y con el mismo gorro fue realmente difícil encontrarnos.

Y para mayor satisfacción, la empresa Offitravel nos ofreció una vuelta por el río Miño, por supuesto hidratadas con unas copas de Ribeiro Nairoa (19), en EcoBarcos de cinco plazas cada uno, y cuyos capitanes (uno gallego y otro malagueño) nos fueron explicando las singularidades de ese trozo del río. Por ejemplo, que estábamos en una zona donde desembocaban cuatro ríos más. El viaje fue muy ameno y divertido. Poco nos quedó para lanzarnos al agua. Sólo conseguimos mojarnos los pies y beber ribeiro. ¡Creo que en alguna de las barcas se abrieron dos botellas!

Hasta ahora no he dicho que, a pesar de las nefastas previsiones meteorológicas de la zona, el tiempo para nosotras, las secretarias de la ASPM, fue bueno, allá donde fuéramos; mientras en Madrid (ja, ja, ja) llovió mucho, hizo frío y viento (de nuevo, ja, ja, ja). Fue increíble, un tiempo buenísimo, ni frío ni calor y nada de lluvia. De hecho, algunas compañeras durmieron con el aire frio. Las otras nos conformamos con dormir con la ventana abierta y oír varios conciertos de ranas y pajarillos al amanecer.

La cena fue en el mismo restaurante del Hotel Caldaria Arnoia. Nos pusieron en una terraza exterior semicerrada, para así disfrutar de la temperatura que en cada momento apetecía. Afortunadamente fue un breve menú degustación. Pero “¡¡¡mira que dan bien de comer estos gallegos!!! Ahora sí que voy a mencionar los platos porque tienen nombres bonitos y ¡menudo emplatado!: Langostinos rellenos de lactonesa de wasabi con nachos; Provoleta de vieiras; Lomo de Lubina con cremoso de colmenilla e hinojo con espárragos verdes crujiente y Lagarto de cerdo con salsa de queso Arzúa Ulloa. Y, sólo dos caldos: Terraloga tinto (20) y Ribeiro Nairoa (repetido). De postre, Tarta Red Velvet con coulis de mango, lágrima de frambuesa y helado de crema de orujo.

Tras la cena, como no estábamos cansadas, alargamos la velada (cantamos y bailamos) y, por segunda vez intentamos subir al mirador, pero las meigas, los jabalís y unas luces sospechosas en el cielo (luego nos enteramos que, al otro lado de la montaña, se estaba celebrando una fiesta) nos disuadieron de subir. Quizás, mañana.

El domingo, con toda la pena del mundo, hicimos las maletas y bajamos a desayunar para cumplir, con todas nuestras fuerzas, la última etapa del Fam Tryp. Como todavía teníamos pendiente subir al mirador, pues pensamos que hasta que nos recogiera el autobús podíamos hacerlo. Menos mal que fuimos prudentes al preguntar a cuánta distancia estaba. Respuesta: a un kilómetro. ¡Oh, no! ¡Imposible! En fin, queda pendiente para la próxima y segura visita.

Desde el magnífico hotel nos llevaron al Eurostars Monasterio de San Clodio, un monasterio cisterciense del siglo XII, rehabilitado como establecimiento hotelero, donde se puede gozar de la paz y la tranquilidad en un entorno rodeado de jardines, con charcas naturales llenas de nenúfares y de robles gallegos. Las habitaciones (algunas con muros de piedra de casi seis metros) daban confort a la estancia. Su decoración austera pero rica en detalles (tapices como cabeceros), convierte en un lugar ideal para el descanso; sin olvidar que también es un lugar para eventos, desde bodas hasta reuniones profesionales, pues cuenta con cinco salones (Cova Sacra, Medieval, Abad Cisterciense y Benedictino), totalmente dotados técnicamente y que ofrecen una acústica de alta calidad.

Y, llenas del espíritu gallego, y ya de un bajo nivel de Ribeiro en nuestras venas, nos dispusimos a despedirnos de Ana Belén, a quien siempre vamos a tener en nuestros corazones y en nuestra Base de Datos para futuros eventos.

No podemos dejar todavía esa maravillosa tierra, sin mencionar a nuestra querida poeta Rosalía de Castro, que en sus Cantares Gallegos decía: “Lugar máis hermoso non houbo na terra que aquel que eu miraba, que aquel que me dera. Lugar máis hermoso no mundo n´hachara que aquel de Galicia, ¡Galicia encantada!”.

María Luisa Echevarría Alcobendas

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