Maratón Woman
Un grupo de profesionales de la Asociación del Secretariado Profesional de Madrid (ASPM) tuvimos la enorme suerte de ser invitadas por el Patronato Provincial de Turismo de la Diputación de Cádiz. Fue un Famtrip muy intenso, lleno de opciones tanto para informar de sus hoteles, restaurantes, espacios naturales a nuestras empresas y directivos, como también para el ocio familiar. Unos lugares singulares, que merece la pena conocer.
El hotel donde íbamos a pasar dos noches era el Royal Hideaway en Sancti Petri, un resort dentro de la naturaleza con 35.000 metros cuadrados de jardín tropical, con restaurantes, salas de reuniones, tiendas, spa, piscinas, vegetación y con acceso directo a la playa de La Barrosa, una extensión de kilómetros y kilómetros inmensos en una arena blanca y muy finita y las olas barriéndonos nuestros pies. Con dos extras: Siddharta y The Dublin Bay, dos pubs para tomar al final de la jornada unas copas.
Una vez, dejamos nuestras maletas en la habitación, nos llevaron a ver el hotel que cuenta con once salas de trabajo muy amplias, aunque la más interesante era una al aire libre con un gran anfiteatro, rodeada de jardines, en la que se podía realizar cualquier tipo de acto, desde una presentación de coches a un cóctel o una reunión para presentar los resultados de la empresa; totalmente recomendable.
A continuación, nos hicieron una presentación de los productos naturales de Vital Cornet. Una pareja de nutricionistas nos llevó al mundo del cuidado de nuestro cuerpo y ayuda para la mente. Probamos varios batidos para diferentes problemas, como para el digestivo, para tener energía, antioxidante, multivitaminas, energizante, prebiótico… etc., batidos que junto al extraordinario buffet de desayuno del Hotel, también se encontraban. Fue una presentación muy ilustrativa pues nos desvelaron nuevas investigaciones y actualizaron toda la información sobre la nutrición.
Y, muy cerca del hotel, nos dimos un paseo hasta llegar al Cuartel del Mar; establecimiento premiado como Mejor Proyecto de Arquitectura de Europa en la categoría restaurantes. Un lugar privilegiado donde puedes cenar viendo el océano y, lo más importante: sus espectaculares puestas del sol, justo al lado contrario que en Levante. Allí disfrutamos de su gastronomía y la amabilidad innata que tienen los de esa tierra.
Pero antes de “me lavo las manos, me pongo el pijama y me meto en la cama” fuimos a curiosear por los pubs; uno de ellos era enorme y tenía una bolera, así como una biblioteca impecable de clásicos. Un establecimiento muy dual.
Arrastrando nuestros pies y nuestro cuerpo, fuimos llegando a las habitaciones donde nuestras camas nos esperaban con los brazos abiertos.
El sábado, una vez bien desayunadas y descansadas, fuimos a Cádiz “La tacita de Plata”, una capital andaluza que se resiste a perder el encanto de los enclaves naturales e históricos, si bien da paso a un turismo de calidad.
La primera visita fue al Hotel Parador de Cádiz; un parador que rompe con la estructura de esta cadena ya que se trata de un edificio moderno y con estructura vanguardista. Situado en el centro histórico, cercano a la playa de La Caleta, cuenta con numerosas salas de reunión y grandes espacios para eventos.
Y nos esperaba una sorpresa: conocer Cádiz gracias a una ruta teatralizada. En el centro histórico de Cádiz, un grupo de actores-historiadores, de una forma amena y divertida se vistieron de diferentes épocas para contarnos la historia de Cádiz, para conocer los más de 3.000 años de historia de la ciudad, sus riquezas y la importancia de su situación. Los personajes más ilustres fueron apareciendo por cada rincón del recorrido. Fue una representación interactiva, donde algunas de nosotras hicimos de diferentes personajes históricos, como la “famosa Pepa”. Estuvo muy divertido y aprendimos mucho de la histórica Cádiz, gracias al grupo “Entre Leyendas”.
Posteriormente realizamos una visita al Palacio de Congresos, junto con cientos de estudiantes que ese día recibían su titulación. Tan guapos y guapas, con sus trajes, el título bien alto y familiares con lágrimas en los ojos. No pudimos evitar acordarnos de lo que representó ese acto para todas nosotras, tan lejano. El Palacio cuenta con un auditorio con una capacidad de 900 personas y más de diez salas para reuniones.
El encanto de este Palacio es que se construyó aprovechando las estructuras de la antigua fábrica de tabaco. De ahí que, muchas de nosotras, con alta sensibilidad olfativa, apreciamos ese olor histórico, porque la fábrica de Tabacos se fundó en 1741, con estilo neomudéjar.
Con buen tiempo y sin perder el ánimo, visitamos el Hotel Cádiz Bahía, que recoge la modernidad y la comodidad, sin alterar su entorno. Cuenta con más de 1.200 metros cuadrados de salas de reuniones, la mayoría con vistas al Atlántico. Desde las terrazas de las habitaciones se aprecia el océano, en todo su esplendor. El hotel tenía muchos servicios, pero el que más nos gustó fue “Beer Spa”, un lugar único porque los baños son en cubas con cerveza. Todos los tratamientos que ofrecen lo hacen con productos que componen la cerveza como la cebada, la malta, el lúpulo y la levadura. Pero nuestra sorpresa fue a más cuando descubrimos pequeñas moradas, forradas con madera, con camas de cebada, donde relajarse y echar una siestecilla.
Su restaurante El Mirador nos ofreció un selecto menú de productos gaditanos, con vistas al océano.
Después del almuerzo regresamos al nuestro hotel, donde -por fin- pudimos tener momentos de ocio. Con múltiples opciones en ese jardín tropical, un grupo decidió disfrutar de sus numerosas piscinas, rodeadas de altas palmeras que se acercaban al sol para pudiéramos disfrutar de zonas de sombras, refrescadas por multitud de plantas autóctonas. Recoletos rincones nos ofrecían zonas de tranquilidad, para leer, para echar la siesta, para meditar. El otro grupo bajó a la playa de La Barrosa, con muchos kilómetros eternos: arena blanca, atrevidas olas del océano y una vista que se llenaba de bruma por su longitud.
Tras disfrutar del entorno, nuestro guía, Ignacio, nos tenía reservada una sorpresa que no venía en el programa: nos llevó al Puerto Deportivo de Sancti Petri, donde la empresa de náutica y de aventura NovoJet, nos sorprendió con un paseo en zodiac por las marismas; un paraje natural que no ha sido alterado y nos permitió ver diferentes aves acuáticas, mientras el viento nos balanceaba a ritmo de Tanguillos. A gran velocidad (¡Yupi!) nos fueron llevando a divisar diferentes puntos de interés, como el castillo de Sancti Petri, de época fenicia. Recorrimos todo su entorno: la isla de las Gaviotas, la punta del Boquerón, la batería de Urrutia …etc. Todo desde nuestra zodiac. Rebosábamos de alegría. Notar el aire marítimo en nuestros rostros, la espuma del mar jugueteando con nuestras manos que se inclinaban para poder notar su frescura y el maravilloso entorno azulado que nos rodeaba. Fue una experiencia grata, estimulante e inolvidable.
CENA EN LAS SALINAS
Y con la tristeza que produce haber estado en comunión con la naturaleza, nos llevaron a otro sitio igual de espectacular para cenar: La Salina Santa Teresa; un proyecto medioambiental desarrollado en el Parque Natural de la Bahía de Cádiz, basado fundamentalmente en la recuperación de la acuicultura y de la salicultura. Un espacio natural que ofrece visitas guiadas, baños de mar o talasoterapia y una rica gastronomía de la zona. El restaurante “El Estero”, utiliza productos de estero, tanto de pescados como moluscos. Una cocina tradicional chiclanera que nos deleitó con una cena de productos cultivados en su finca.
Desde la terraza que tiene el establecimiento pudimos divisar toda la salina y la puesta del sol, tan espectacular como la del restaurante “El Cuartel del Mar”. Y yo me pregunto ¿Por qué son tan magníficas las puestas de sol en Cádiz? y ¿Por qué son tan alegres y cariñosos los gaditanos? No hay respuesta, sólo se puede comprobar viniendo a esta tierra maravillosa.
La salida del sol el domingo nos anunciaba el fin de estas mini vacaciones en el maravilloso Hotel Royal Hideaway. Despidiéndonos de todos los buenos amigos que conocimos y que nos facilitaron todo cuanto necesitamos durante nuestra breve estancia; con nuestras maletas con ruedas y con cierta pena en el corazón por no haber podido disfrutar más de todos los servicios que nos ofrecía el hotel, nos fuimos alejando de un paraíso -accesible a todo el mundo y recomendable, sin duda- hacia el bus, donde mirando el reloj ya estaba Ignacio, el amigo principal, que más allá de la gramática, de forma democrática, se incluía con “todas” nosotras.
Ilusionadas nos fuimos a Jerez de la Frontera, tierra de caballos, jerez y flamenco. Una ciudad que estuvo habitada por los árabes hasta 1264 y que alcanzó su mayor esplendor con la conquista de América, por ser un enclave importante para todo lo que venía de las nuevas tierras.
La primera visita fue al Alcázar de Jerez, del siglo XII y de origen almohade. Es el edificio de esta época más antiguo que se conserva en la península ibérica. Este recinto ejercía en el Jerez musulmán como fortaleza palacio, sede del poder que regía la ciudad. Una gran muralla protegía el recinto. El interior está lleno de arquitectura árabe, con baños, con patios, con grandes mamposterías que refrescaban el ambiente. Desde arriba, como es lógico y práctico, se veía todos los alrededores y se detectaba enseguida la presencia del enemigo.
Desde allí y casi sin respirar, nuestro buen amigo Ignacio, metódico y más puntual que un inglés, nos llevó a los Claustros de Santo Domingo, un edificio del siglo XIII y una de las joyas de la arquitectura gótica de Andalucía. Al entrar al patio, dejamos de oír los ruidos de la ciudad y ante el silencio, nos mimetizamos con los que oraron en esos pasillos. Por fin, pudimos descansar en las espectaculares salas, que hoy día sirven para realizar cualquier tipo de evento: desde una boda, a reuniones empresariales…etc. Un hábitat donde la temperatura es la misma en verano que en invierno. Un lugar tan perdido en el tiempo que ha sido utilizado para realizar diferentes películas y series como “The Crown”.
Más animadas por nuestra breve recuperación, Ignacio nos llevó a las Bodegas Fundador. Pedro Domecq, su dueño, fue el creador del primer brandy español. Actualmente es considerada la bodega más antigua de Jerez de la Frontera y la quinta más antigua de España El núcleo de la bodega está ubicado en el interior del recinto amurallado que rodeaba la ciudad en la Edad Media. Dentro nos enseñaron los barriles y cómo se hacía el vino y, lo más interesante, como se extraía, porque los barriles no se pueden mover, así que se vaciaba la mitad de uno y se vertía la mitad del siguiente, mezclando vino viejo con nuevo. Un trabajo arduo que tenemos que valorar cada vez que una gota de brandy roce nuestros labios con la intención de llegar al paladar para producir ese regusto de placer.
La bodega de increíbles dimensiones contiene barriles muy antiguos, firmados por personalidades relevantes de todos los ámbitos y de todas las nacionalidades; con firmas tan importantes como la de nuestro Rey cuando era Príncipe de Asturias; de la famosa Lola Flores, natural de Jerez; Mingote el dibujante…etc. Personas tan notables que llenan con sus dedicatorias y sus firmas esa inmensa bodega, por la que ya han pasado y por la que, seguro, todavía faltan barriles para los que vengan.
Y, allí mismo, en la propia bodega está el restaurante “El Tapeo”, algo muy tradicional en Jerez y que invita a la charla. Nos sirvieron un almuerzo para recordar y no olvidar, sobre todo su arroz con gambas y sepia, los entrantes y el postre final, tarta de nata y chocolate.
Con ese sabor y todos esos recuerdos, tuvimos que dejar en “suspenso” nuestra visita a Cádiz, porque tan grata ha sido la experiencia, con sus gentes, sus hoteles, sus chiringuitos, que VOLVEREMOS y continuaremos con ella.
No vamos a dormirnos como el camarón, cuya sevillana dice así: “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente, se lo lleva la corriente… míralo, míralo … se lo llevo”. Un Olé de la ASPM
¡¡¡Y ahí queda eso!!!
María Luisa Echevarría