Y LOS DOMINGOS EN LA HÍPICA…
Nuestro maravilloso cantautor, Juan Manuel Serrat, en su canción “Muchacha típica” decía: “Anda esa muchacha típica, los domingos en la hípica…” y gracias a la presidenta del Hipódromo de la Zarzuela, Maritcha Ruíz Mateos y sus cercanas colaboradoras Esther y Belén, un grupo de “típicas” secretarias madrileñas de la ASPM, pudimos disfrutar de un maravilloso domingo de marzo del hipódromo.
A la llegada, y a cada una de nosotras, nos pusieron las pulseras VIP, lo que nos dio acceso a todos los recintos y al extraordinario e incansable buffet, donde desde las 11 de la mañana hasta las 14 horas, nos agasajaron –como Personal Muy Importante- con desayunos variados a primera hora, canapés a media mañana y de comida principal, arroz negro, tortilla, fresas…etc. y la bebida gratuita.
Nos tenían reservado un palco en la Terraza Sur, desde donde se veía todo el espacio deportivo y la pista principal de 1.725 metros, por dónde iban a correr los caballos en seis carreras, cada una de ellas con una separación de 35 minutos, para que la gente pudiera apostar y cobrar, claro.
La Presidenta tuvo el detalle de subir al palco para saludarnos e interesarse por nuestra asociación profesional. Esther, la Jefa de Protocolo, nos acompañó durante toda la velada y nos enseñó al completo el recinto.La mañana se hizo tan rápida que cuando miramos el reloj, ya eran las 14 horas. Fue un tiempo en el que aprendimos a realizar apuestas, a entender el mundo de la hípica y a sufrir mientras veíamos los caballos por los que habíamos apostado, ya sea por sus nombres, por tener en cuenta si eran favoritos hasta el último segundo recepción de apuestas o por tener el oído bien abierto y escuchar a un “grupo de entendidos” el número del caballo ganador, como ocurrió a una de nuestras compañeras, que ganó un premio de 180 euros. También hubo otras que tuvieron la suerte del principiante y en la Primera carrera ganaron 120 euros. El resto solo tuvo emoción.
La verdad es que una vez pillamos el truquillo parecíamos auténticas profesionales, corriendo de un lado para otro con las apuestas ondeando en nuestras manos y gritando al caballo por el que habíamos apostado, un auténtico lío de voces, porque cada una de nosotras lo había hecho por diferentes jinetes. Para algunas el tiempo fue muy rápido y para otras lentísimo.
Lo más interesante fue mezclarse con el público profesional, oír sus comentarios, sus alegrías, la desesperación, algún soplo que resultó ser sólo una brisa. Una multitud de personas de todas las edades, de toda clase social, hombres, mujeres… y muchos niños retozando de las praderas soleadas y aprendiendo el mundo del Turf, que aúna deporte, competición, fuerza y belleza. Un ambiente curioso, donde algunas mujeres llevaban sombreros y tocados típicos de las famosas carreras londinenses de Ascot.
También nos enteramos que la primera ubicación del hipódromo fue en el Paseo de la Castellana actual, pero tras la guerra Civil y el posterior crecimiento urbanístico hizo plantearse un nuevo enclave a las afueras de Madrid: El Pardo, con vistas extraordinarias de la capital. Los arquitectos que proyectaron el nuevo hipódromo lo hicieron con una arquitectura minimalista y racionalista, como así se refleja en su edificio. Además, está considerado como una de las obras de referencia de arquitectura madrileña del siglo XX y el diseño de sus tribunas recibió el Premio Nacional de Arquitectura y fueron catalogadas como Monumento Histórico Artístico en el año 1980.
Fue una mañana de domingo deliciosa y muy excitante y para terminar, otra alusión a la música: La canción de Kenny Rogers “The Gambler” , aunque se refería a los naipes, vale también para las carreras: “You´re gonna play the game and you gotta learn to play it right” –vas a jugar el juego y tienes que aprender a hacerlo bien-.
El Hipódromo de la Zarzuela de Madrid es un sitio totalmente aconsejable y extraordinario, donde disfrutar toda la familia de actividades, carreras, del césped donde tomar el sol, cafeterías, restaurantes. Todo con una atención entrañable del personal del hipódromo.
Gracias,
M. Luisa Echevarría
